Julio Bolivar
Rubén Santiago es un trujillano que por el arte de la cocina insular se convirtió un verdadero margariteño. Casi nadie sabe que es andino. Todos creen que es margariteño, no lo acusan con el remoquete de navegao. Un caso extraño en la isla.
Arriesgo una teoría gastronómica: para ser un margariteño como Rubén, tenemos que rendirnos frente a unos Toritos rellenos y amar el Piñonate, no encuentro otra explicación. También se puede entrar en el alma de la isla por esta otra vía: Preparar una ensalada de Catalana de Punta Ballena. Un Calamar Guaquerí puede ser la otra llave para que una margariteña te pregunte si silbaste esa noche, puedes preparar también la ensalada de Zulay Mayrú. Un mojito de Carite salado, puede ayudar al buen despertar, acompañado de una buena arepa y plátano maduro frito, descrito como lo hace Rubén sin medidas exactas en su generosa cocina. Nadie, en tierra firme, se imagina que es una madreperla; bueno, no se preocupen, este recetario las tienes y te dice donde comprarlas, como prepararlas y sus oblicuos efectos en nuestra imaginación. Todo esto, está en un pequeño recetario con 35 Recetas margariteñas que publicó Rubén Santiago el año pasado (Ediciones Nuances); continuación y largura de aquel indispensable recetario, con título de reminiscencias literarias, Vuelta a la isla en ochenta platos (Ediciones Madre Perla ). publicado en los años 80, por el hoy exiguo y lamentablemente abandonado Fondene.
En este pequeño libro, Ruben Santiago convierte a la gastronomía margariteña de orilla de playa en un mar de leva que no cesa de admirarse, lleva esta comida a niveles de refinamiento, sin perder su origen popular, intuitivo y callejero. Santiago es de esos cocineros que pueden repensar una cocina y sus prácticas, llamándola con su propio nombre. Anclado en la sazón que da la memoria, el dulce e inolvidable aroma del ají margariteño y unos tomates de forma caprichosa que sólo crecen en la salinidad insular para asombrar al forastero. Es bueno decir que ha sido en la cocina donde el hombre, puso más imaginación, mucho más que en el amor. Las recetas de Rubén tienen precisamente eso, imaginación.
Modesto libro de bolsillo, hecho a la manera incesante de Rubén; intercalado con imágenes de la isla, tomadas por Christian Rondín y Wilfredo Salazar, pequeñas postales, recetas perfectas en dos idiomas, acompañado de un extraño prólogo en verso escrito por Jesús Pachacho Rosas; breve ejercicio de admiración, reconocimiento y sentimiento margariteño por el cocinero que es Rubén Santiago.
Quiero pensar que las Tortillas de Huevas de Erizos son mejor que una pata de conejo para el azar amoroso. Aquí va como un abreboca:
Describe Rubén.
Erizos afrodisiacos que superan por tres largos a la machaca, el rompe colchón y el viagra.
Ingredientes:1 o 2 Erizos
2 Ajíes dulces
1 trocito de cebolla
2 dientes de ajo
1 trozo de plátano madurito
2 huevos por tortilla
Preparación:Sacar los huevos de los erizos, hacer un sofrito con los ajíes, el ajo y el poquito de cebolla y mezclara los huevos, agregar el plátano frito en trocitos y los huevos batidos, elaborara las tortilas.
Después de esto, un libro escrito con esta manera tan apasionada merece siempre una nueva edición, ampliada y corregida como Dios manda.
Arriesgo una teoría gastronómica: para ser un margariteño como Rubén, tenemos que rendirnos frente a unos Toritos rellenos y amar el Piñonate, no encuentro otra explicación. También se puede entrar en el alma de la isla por esta otra vía: Preparar una ensalada de Catalana de Punta Ballena. Un Calamar Guaquerí puede ser la otra llave para que una margariteña te pregunte si silbaste esa noche, puedes preparar también la ensalada de Zulay Mayrú. Un mojito de Carite salado, puede ayudar al buen despertar, acompañado de una buena arepa y plátano maduro frito, descrito como lo hace Rubén sin medidas exactas en su generosa cocina. Nadie, en tierra firme, se imagina que es una madreperla; bueno, no se preocupen, este recetario las tienes y te dice donde comprarlas, como prepararlas y sus oblicuos efectos en nuestra imaginación. Todo esto, está en un pequeño recetario con 35 Recetas margariteñas que publicó Rubén Santiago el año pasado (Ediciones Nuances); continuación y largura de aquel indispensable recetario, con título de reminiscencias literarias, Vuelta a la isla en ochenta platos (Ediciones Madre Perla ). publicado en los años 80, por el hoy exiguo y lamentablemente abandonado Fondene.
En este pequeño libro, Ruben Santiago convierte a la gastronomía margariteña de orilla de playa en un mar de leva que no cesa de admirarse, lleva esta comida a niveles de refinamiento, sin perder su origen popular, intuitivo y callejero. Santiago es de esos cocineros que pueden repensar una cocina y sus prácticas, llamándola con su propio nombre. Anclado en la sazón que da la memoria, el dulce e inolvidable aroma del ají margariteño y unos tomates de forma caprichosa que sólo crecen en la salinidad insular para asombrar al forastero. Es bueno decir que ha sido en la cocina donde el hombre, puso más imaginación, mucho más que en el amor. Las recetas de Rubén tienen precisamente eso, imaginación.
Modesto libro de bolsillo, hecho a la manera incesante de Rubén; intercalado con imágenes de la isla, tomadas por Christian Rondín y Wilfredo Salazar, pequeñas postales, recetas perfectas en dos idiomas, acompañado de un extraño prólogo en verso escrito por Jesús Pachacho Rosas; breve ejercicio de admiración, reconocimiento y sentimiento margariteño por el cocinero que es Rubén Santiago.
Quiero pensar que las Tortillas de Huevas de Erizos son mejor que una pata de conejo para el azar amoroso. Aquí va como un abreboca:
Describe Rubén.
Erizos afrodisiacos que superan por tres largos a la machaca, el rompe colchón y el viagra.
Ingredientes:1 o 2 Erizos
2 Ajíes dulces
1 trocito de cebolla
2 dientes de ajo
1 trozo de plátano madurito
2 huevos por tortilla
Preparación:Sacar los huevos de los erizos, hacer un sofrito con los ajíes, el ajo y el poquito de cebolla y mezclara los huevos, agregar el plátano frito en trocitos y los huevos batidos, elaborara las tortilas.
Después de esto, un libro escrito con esta manera tan apasionada merece siempre una nueva edición, ampliada y corregida como Dios manda.